Uzbekistan -Una visita muy esperada

Publicado en Opinión

Una visita muy esperada.

Antonio Alonso Marcos

Prof. Universidad San Pablo CEU

Entre el 15 y el 17 de mayo el presidente de Uzbekistán, Shavkat Mirziyoyev, realizará un viaje oficial a EE.UU. Lógicamente, se encontrará con el presidente Donald Trump y visitará el Congreso, el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y el Banco Mundial. Se espera que fruto de las conversaciones bilaterales se firme una declaración conjunta titulada "Uzbekistán y los Estados Unidos de América: el comienzo de una nueva era en la asociación estratégica", además de adoptar un paquete de medidas orientadas a consolidar las relaciones bilaterales en diversas áreas.

Más de 25 años de relaciones.

Cuando Uzbekistán se desgajó de la Unión Soviética y accedió a su independencia en septiembre de 1991, el entonces presidente Karimov no dudó llevar a cabo una política exterior que buscaba reafirmar su carácter independiente. Por lo tanto, buscó librarse de cualquier sombra de duda acerca del papel de Rusia en el nuevo país y se distanció de su antigua metrópoli –aunque el ruso siguió siendo un idioma muy importante en el país y se mantuvo el nivel de negocios con ellos—.

Dada su mala experiencia con superpotencias, Uzbekistán diversificó sus relaciones exteriores con una amplia gama de actores como Corea del Sur, Japón, Turquía, Alemania,… pero la fluidez en las relaciones con EE.UU. se hacían de rogar y no fue hasta 1999 que se unió al GUUAM, un grupo de países de la antigua Unión Soviética pensado para fomentar la cooperación militar entre ellos y contrarrestar la influencia de Rusia en la zona. El gran impulso en estas relaciones vino de la mano del 11-S y la subsiguiente campaña militar en Afganistán, cuando EE.UU. pidió expresamente ayuda a Uzbekistán para que le ayudara en su lucha contra el terrorismo. Uzbekistán es, desde entonces y sin lugar a dudas, un país estratégico para EE.UU., por lo que firmaron en 2002 una Declaración de Asociación Estratégica que cubría aspectos de seguridad, pero también económicos, de reforma política, económica y de derechos humanos. 

Como es bien sabido, el terrorismo es un fenómeno que no conoce fronteras y que es imposible solucionarlo de manera unilateral, aunque se sea el país más poderoso del mundo, y se hace necesaria la cooperación multilateral. Así pues, Uzbekistán dejó que los aviones estadounidenses pasaron por allí y les dejó que usaran una base al sur del país para penetrar de manera más directa en Afganistán; a cambio, en esa lucha contra los talibanes, también se combatiría contra el Movimiento Islámico de Uzbekistán, un antiguo quebradero de cabeza para Karimov que dejó una buena cantidad de muertos, sobre todo en 1999 y 2004, pero que hoy parece que es agua pasada y ya está eliminado.

Las perspectivas de futuro.

En 2005, tras cuatro años de guerra, Uzbekistán empezó a recelar del aliado americano y, con el fin de custodiar su independencia, le pidió que abandonara la zona y dejara que los vecinos regionales se ocuparan de la cuestión afgana. Las críticas americanas por la gestión de los sucesos de Andijan tampoco ayudaron a que el diálogo fuera fluido entre ambos y las relaciones se tensaron. Hoy, la situación ha cambiado mucho y sólo hay buenos deseos e intenciones de mirar hacia adelante, ver cómo se puede cooperar en el futuro próximo en todos los campos. También ha habido mejoras en el campo de los derechos humanos según los estándares americanos, asunto que ha sido piedra de tropiezo constantemente en la relación entre ambos países.

Hay muchas esperanzas puestas en la visita de Mirziyoyev a Trump. Tal como se dice en la Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU. de diciembre de 2017, Trump desea extender acuerdos, alianzas, con países con los que se compartan una serie de valores y principios, sin que eso implique que esos socios deban abandonar o ceder parte de su soberanía. Los EE.UU. desean aliados fuertes y profundamente independientes. Uzbekistán encaja a la perfección en una zona cuyos vecinos principales son Rusia y China, dos actores señalados reiteradamente como adversarios en la Estrategia mencionada anteriormente.

Esta puede ser una excelente ocasión para profundizar en la cooperación, en sentido amplio. Hay nuevos presidentes a ambos lados y los dos buscan estrechar lazos comerciales. Desde los tiempos de Obama, EE.UU. está de retirada de los escenarios bélicos globales y se centra más en aquello que le concierne más directamente; de ahí el “America first” de Trump, también en materia de Política Exterior y de Seguridad y Defensa. Eso no obsta para que EE.UU. siga preocupada por los acontecimientos que se desarrollan en Afganistán y sea consciente de que Uzbekistán es pieza clave para resolver esa situación enquistada.

 

 

 

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